El payaso rodeado de miradas quejumbrosas
instalado en lo alto de una tarima
observaba de reojo sonrisas lánguidas
el reflejo de los focos dejaba entrever
sus ojos ávidos de verdades impolutas.
Vestía de encantadores colores, atenuado por el raído de los años
el traje a medio descoser exponía su cuerpo enjuto y desvarío.
Leves aplausos asomaban de la esquina
palpaba susurros de risas,
los asistentes para no llorar reían.
El payaso observaba el circo,
era espectador de su propio espectáculo.