Un párpado
inquieto merodea entre prisas y festividades, camina, intenta no correr, trota
y se detiene, mira alrededor. Continúa.
El murmullo
se engrandece, las gentes lo incomodan. El párpado se cierra frente a las
ofertas de neón.
Pretende no asustarse. No correr.
Por temor
se mantiene lacrado con sus pestañas, respira agitado y confuso,
no observa,
sólo siente.
Obnubilado
de luces, ciego de colores, escucha un resplandor,
palpa honestidad.
Frente al
parpadeo enceguecido, se cuela una luz, se abre y se cierra, se mueve y se
aquieta, el albor de una pestaña sonríe frente a su andar.
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