lunes, 27 de junio de 2016



Un párpado inquieto merodea entre prisas y festividades, camina, intenta no correr, trota y se detiene, mira alrededor. Continúa.
El murmullo se engrandece, las gentes lo incomodan. El párpado se cierra frente a las ofertas de neón. 
Pretende no asustarse. No correr.
Por temor se mantiene lacrado con sus pestañas, respira agitado y confuso, 
no observa, sólo siente.
Obnubilado de luces, ciego de colores, escucha un resplandor, 
palpa honestidad.

Frente al parpadeo enceguecido, se cuela una luz, se abre y se cierra, se mueve y se aquieta, el albor de una pestaña sonríe frente a su andar. 


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